La célula básica de la sociedad, una de las más recientes adquisiciones del museo, se exhibe en el pabellón de biología bajo estrictas condiciones de seguridad debido a que –de acuerdo a diversas fuentes- está bajo grave amenaza.
La metáfora que identifica a la familia nuclear como célula básica de la sociedad viene atada a otras igualmente organicistas. Si la sociedad es un organismo vivo –como puede serlo una ameba o un tigre- entonces es posible imaginarla como Leviatán, el gigante estatal compuesto por la fuerza e inteligencia de millones de individuos. En consecuencia, las minorías o los comportamientos innovadores pueden ser vistos como enfermedades peligrosas, tumores cancerígenos -como el cáncer del comunismo o el flagelo de la homosexualidad- que deben ser extirpados.
Tales metáforas, y la forma en que organizan el mundo, terminan naturalizando –nunca mejor dicho- la noción que consagra a los poderosos o influyentes como médicos que saben cómo conjurar males, amputar miembros, o recetar medicinas para curar al enfermo. Tal modelo delata a las claras una perspectiva autoritaria de la sociedad.
La Iglesia Católica ha sido la más pública defensora de la noción de la familia nuclear, monógama y heterosexual como célula básica de la sociedad. De acuerdo a un decreto del
Concilio Vaticano II sobre el apostolado de los laicos:
La familia misma ha recibido de Dios esta misión,
la de ser la célula primera y vital de la sociedad.
Esta idea fue citada por el Papa Juan Pablo II en su encíclica “
Familiaris Consortio”, en donde la familia no sólo recibe de Dios una misión, sino que es establecida por Dios:
El Creador del mundo estableció la sociedad conyugal como origen y fundamento de la sociedad humana; la familia es por ello la “célula primera y vital de la sociedad”.
Como la familia –en esta concepción biologista- es un objeto natural, directa creación divina, la Iglesia Católica tiende a rechazar cualquier insinuación de que la familia nuclear, heterosexual y monógama sea un producto histórico y parte de un amplio espectro de variedades sociales. Del mismo modo, como componente esencial de la sociedad, la familia se entiende como un ente en el que la voluntad y la felicidad de los individuos que la componen debe subordinarse al fin mayor del bienestar social. Esto conlleva a ver a la “célula básica” como amenazada por una serie de peligros modernos, como la emancipación de las mujeres que se apartan de los roles domésticos tradicionales, el divorcio, la unión libre, el control de la natalidad o las parejas homosexuales.
El Cardenal Francisco Javier Errázuriz de Chile, escribió una
Carta Pastoral contra la ley chilena para permitir el divorcio, que puso fin en 2004 a 120 años de indisolubilidad matrimonial:
No hay que equivocarse, lo que está en juego con la nueva legislación es nada menos que la misma naturaleza del matrimonio: lo que entendemos por matrimonio y por el bien de los esposos, de los hijos y de las familias, con todas las demoledoras consecuencias que puede entrañar una comprensión equivocada de lo que es la célula básica de la sociedad.
El Papa
Juan Pablo II advirtió contra el riesgo que supone para la familia la emancipación de la mujer, en preparación de la Conferencia de la ONU en Beijing que –en 1995- aprobó una ambiciosa plataforma a favor de los derechos de las mujeres:
… no debemos olvidar que, en el nivel personal, cada uno experimenta su dignidad no como el resultado de la afirmación de sus derechos en el plano jurídico e internacional, sino como la consecuencia natural de una específica atención material, emotiva y espiritual recibida en el corazón de su propia familia. Ninguna respuesta a las cuestiones que atañen a la mujer puede olvidar su papel en la familia (…)
Para respetar este orden natural, es necesario oponerse a la falsa concepción según la cual el papel de la maternidad es opresivo para la mujer, y que un compromiso con su familia, particularmente con sus hijos, le impide alcanzar la plenitud personal (…)
Por el contrario habría que reconocer, aplaudir y apoyar con todos los medios posibles la presencia de la madre en la familia, tan importante para la estabilidad y el crecimiento de esta unidad básica de la sociedad.
Casi una década luego de Beijing, un masivo evento de familias católicas celebrado en México en el 2004, aprobó un documento central que proclama
en letras de molde:
PRIMERO.- LA FAMILIA es una institución de derecho natural, origen a la sociedad, y constituye la célula básica y fundamental de ésta.
En su proclamación de la familia –nuclear, monógama y heterosexual- como “célula basica” de la sociedad, la Iglesia Católica se da de la mano con las constituciones de Ecuador y Cuba que proclaman a la familia la “célula fundamental de la sociedad". Otras
constituciones latinoamericanas, se refieren a la familia con metáforas atómicas como “núcleo fundamental” de la sociedad.
Un olvidado feminista alemán del siglo XIX llamado
Federico Del Angel se refiere también a la familia monógama como “forma celular de la sociedad civilizada” y la opone a la poliandria, la poliginia y otras formas familiares que constituyen la base de sociedades que la antropología de su tiempo consideraba salvajes. Pero para Del Angel, la célula básica de la moderna sociedad capitalista era también un microcosmos de las contradicciones y opresiones propias del sistema social imperante.
… el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases,
con la del sexo femenino por el masculino. La monogamia fue un gran progreso histórico, pero al mismo tiempo inaugura, juntamente con la esclavitud y con las riquezas privadas, aquella época que dura hasta nuestros días y en la cual cada progreso es al mismo tiempo un regreso relativo y el bienestar y el desarrollo de unos verifícanse a expensas del dolor y de la represión de otros.
La monogamia es la forma celular de la sociedad civilizada, en la cual podemos estudiar ya la naturaleza de las contradicciones y de los antagonismos que alcanzan su pleno desarrollo en esta sociedad.
En efecto, para Del Angel, la familia nuclear monógama –modelo que en sus tiempos no era necesariamente aplicable a los Balcanes, Rusia o el Mediterráneo, donde prevalecía la familia patriarcal extendida- era funcional a la acumulación del capital por vía de la herencia masculina (piénsese en las historias de Jane Austen, cuya moralidad sorprende al lector moderno). Este tipo de familia necesariamente reposaba en la esclavitud doméstica de la mujer y sus supuestos monogámicos no eran más que la contraparte necesaria de la prostitución y el adulterio. Sólo con la socialización de la producción y la supresión del capital que debe ser acumulado en manos privadas, se llegará a un matrimonio –y a una familia- causada por nada más que la inclinación recíproca de los cónyuges.
Una serie de movimientos sociales inspirados por las ideas de Del Angel han tratado de sustituir a la familia con instituciones comunales al estilo de la antigua Esparta. Todos esos esfuerzos han fracasado eventualmente porque –a mi juicio- no entendieron bien que el objetivo de Del Angel no era sustituir la felicidad doméstica por la virtud social (de hecho ese es -más bien- el objetivo de la Iglesia Católica), sino el liberar las posibilidades de felicidad doméstica de formas sociales opresivas y forzadas.
Un ejemplo tropical de ese autoritarismo que mal lee al viejo Del Angel ha sido entregado al museo por el Sr. Héctor Navarro, intelectual cercano al ex militar que timonea en Venezuela la nave del Estado (objeto que atesoramos una de las salas de este museo). El Sr.
Navarro dice en una reciente entrevista:
El referéndum nos dio una estructura organizacional, las Unidades de Batalla Electoral (UBE) y las "patrullas", distribuidas geográficamente. Esta es la célula básica de la sociedad, las patrullas, las UBE. Gracias al referéndum, estas estructuras ya están allí. Y están fundamentalmente vinculadas a todas las otras células básicas de la comunidad, como Barrio Adentro. En cada barriada popular hay un médico. Al igual que antes, cuando cada comunidad tenía su cura y su iglesia, ahora tienen doctores.
Algunos críticos han señalado la emergencia del tropo de la familia conflictiva en la literatura peruana como una forma de crítica contra el mito de la familia nuclear.
Iván Thays, reseñando “Pudor” de Santiago Roncagliolo y
Enrique Congrains, reseñando “La Hora Azul” de Alonso Cueto ven en las familias destruidas de aquellas novelas los micro escenarios de una sociedad peruana moderna que apenas puede disimular la guerra civil difusa y asordinada que se vive en sus hogares.
Es la humilde opinión de este curador que no es que la familia como tal esté en crisis y en riesgo de desaparición. Es el modelo único de familia adoptado por la Iglesia y el Estado el que está en crisis. La gente, por lo que se puede ver en la calle, se sigue queriendo y encontrando formas de reproducir la vida sin cartabones. Las constituciones de diversos países empiezan a reconocer –para horror de la Iglesia- la igualdad de derechos de todos, independientemente de su opción sexual, para formar una familia; del mismo modo que hace ya mucho tiempo reconocieron el derecho de formar familias independientemente de la raza o religión de los contrayentes.
Los arqueamientos de cejas que se ven hoy cuando nuevos amantes intentan crear núcleos familiares distintos a los reconocidos por la Iglesia y el Estado habrán de pasar. Al fin y al cabo, a la larga, padres y madres hacemos nuestro propio pueblo. Como decía el Sr. Del Angel en su olvidada obra “La familia, la propiedad privada y el Estado”
¿Qué sobrevendrá?
Eso se verá cuando haya crecido una nueva generación: una generación de hombres que nunca se hayan encontrado en el caso de comprar a costa de dinero, ni con ayuda de ninguna otra fuerza social, el abandono de una mujer; y una generación de mujeres que nunca se hayan visto en el caso de entregarse a un hombre en virtud de otras consideraciones que las de un amor real, ni de rehusar entregarse a su amante por miedo a las consideraciones económicas que ello pueda traerles. Y cuando esas generaciones aparezcan, enviarán al cuerno todo lo que nosotros pensamos que deberían hacer.
Se dictarán a sí mismas su propia conducta, y, en consonancia,
crearán una opinión pública para juzgar la conducta de cada uno.
¡Y todo quedará hecho!
Este museo está –por lo tanto- abierto a la exhibición de los más diversos tipos de célula básica de la sociedad. Los jóvenes están cordialmente invitados a traer nuevos objetos a la exhibición.