jueves, noviembre 09, 2006

El tren de la historia



En un cuento de Borges el protagonista se dice a sí mismo: "Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y en el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí…"

El tren de la historia, que se exhibe en este museo, dedicó sus recorridos a combatir tan peregrina idea: a lo mejor a uno no le iban a pasar las cosas que realmente pasaban. Las investigaciones más recientes sugieren que este tren sirvió, más que nada, para pasar de largo, pues los presuntos pasajeros no han dejado testimonios del viaje. Nadie ha documentado cómo se veía el paisaje desde sus vagones ni si sus ocupantes les hacían adiós a quienes los veían pasar. Los documentos que se conservan, en general, instan más bien a no perderlo o se lamentan de que ya haya pasado. El lugar de enunciación no es nunca el tren, sino algún punto lo suficientemente cercano a las vías como para que el paso del tren sea evidente y lo bastante lejano como para que resulte azaroso llegar a él.

Este tren fue concebido a partir del desarrollo del concepto de historia universal, historia que se ocupaba solo de Europa Occidental -con las consabidas excepciones de las civilizaciones de la Antigüedad y, más tarde, Estados Unidos-. Nada menos universal, efectivamente, por lo que era obvio que algún mérito había que hacer para que desde las regiones periféricas se ganase acceso a la foto en la estación central, al menos con una imagen en la que uno se reconociera siquiera un poco (la fotografía traía nuevas esperanzas a Latinoamérica, ya que con el grabado no nos había ido muy bien).

El siglo XIX brindó entonces la imagen perfecta para explicar la ausencia de la mayor parte de los países del globo en la historia universal: los trenes, que eran mucho más adecuados para este fin que los carruajes. Como tenían horarios muy rígidos –podramos decir férreos--, a consecuencia de formar parte de un sistema interconectado, nada era más fácil que perder el tren, no digamos ya el de la historia, sino el Liverpool-Manchester. Además de la carreta no es el medio más adecuado para transmitir la idea de progreso, en particular cuando va delante de los bueyes.

Cien años más tarde el automóvil se encargó de que el tren dejara de ser el transporte del futuro, pero igual todos seguimos perdiendo el tren de la historia, y no, digamos, el bus de la misma. El automóvil era muy escurridizo para las tareas que el tren de la historia venía realizando: siempre podía estacionarse o doblar en la esquina menos pensada. En cambio, el tren iba a un sitio determinado y por una sola vía. Ninguna curva inesperada podía haber en su ruta, pues los rieles marcaban, literalmente, su destino.

Aunque en su uso corriente, la expresión "tren de la historia" goza de buena salud y -por lo tanto- en el uso común todos nos exigimos unos a otros alcanzar de una vez el dichoso tren, según algunos la máquina ya llegó a su estación final. Si esto es cierto, ya no hay por qué apurarse, pues tenemos tantas probabilidades de abordarlo como Vladimir y Estragon de encontrarse con Godot. El nombre de la vieja estación limeña de Desamparados puede ser una rara intuición histórica o post-histórica.

Para los que no lo alcanzamos y ya nunca lo tomaremos queda este consuelo: desde el tren se miraría el paisaje, pero solo desde la vera del camino se podía admirar la máquina y a sus ocupantes, más pintorescos de lo que ellos jamás imaginaron.

Posdata: Inglaterra fue el primer país en tener una ruta de tren exitosa –entre Liverpool y Manchester, inaugurada en 1830--, pero al parecer "the train of the history" no es una expresión muy favorecida en lengua inglesa. Dos metáforas que invitan a ver el deseo de entrar o salir de la historia como una fuente de angustia y ambas son británicas: "History, Stephen said, is a nightmare from which I am trying to awake", de Joyce, y "I have the 21st century breathing down my neck. I must move fast…", de The Smiths. Del primer caso, cabe resaltar el carácter ilusorio de la historia, así como la voluntad de saltar del tren, en vez de trepar a él. Del segundo, que quien habla se sitúa corriendo delante de un siglo XXI –la canción es de 1986-- que parece a punto de arrollarlo.

El curador de esta exhibición es Miguel Rivera.

2 Comments:

Blogger Eduardo Gonzalez said...

Le agradezco profundamente a Miguel Rivera haber aportado al museo este objeto invalorable, que se exhibe junto al tribunal de la historia.

Me atrevo a sugerir que en tanto goce de buena salud un concepto progresivo de historia, la nocion de "tren de la historia" seguira vigente, y no sera superada por otros objetos, ya sean estos aviones, zepelines, ferrys o automoviles.

El tren tiene una serie de caracteristicas que lo hacen perfecto para una metafora optimista: es, en primer lugar, una maquinaria compleja, y el progreso tecnologico esta directamente asociada a nuestro concepto de modernidad. En segundo lugar, el tren transcurre sobre rieles, es decir, persigue un plan determinado. Ya insinua Miguel en su excelente ensayo otra caracteristica: los rieles son ferreos, evocando inalterabilidad y fortaleza.

Agnes Heller ha dedicado todo un capitulo de su "A Philosophy of History in Fragments" a la metafora de "la estacion central" (de donde parte el tren de la historia) para reflexionar sobre la autoconciencia moderna.

noviembre 09, 2006 1:46 p. m.  
Blogger luismagik said...

El progreso en la Argentina de fines de 1800 se debio en gran medida al tren, la mentablemente hoy no esta a la altura de los trenes del mundo, una lastima.
buenisimo el articulo
saludos

noviembre 13, 2006 8:14 a. m.  

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